viernes, 14 de noviembre de 2014

Karma

-”¡Es usted estúpida señorita!”

La voz de don Alberto retumbaba entre las paredes de la oficina acallando con sus gritos el hilo musical.

-”¡No tiene remedio, no se entera de nada y se ha vuelto a equivocar!”

-”Hoy es martes. Le dije que concertara la cita con el cliente para el miércoles y me acaba de llamar para decir que no nos hemos prensentado a la reunión y que ya podemos despedirnos del contrato.”

-”Y todo es culpa suya. Incompetente.”

-”No sé como no la pongo en la puta calle.”

Esta última frase la escuchó Isabel mientras don Alberto marchaba por el pasillo en dirección a su despacho. Estaba segura que la reunión debía ser el miércoles. Abriendo el cajón superior de su mesa, cojió el papel donde se encontraba anotado, de puño y letra de don Alberto que la reunión debía celebrarse el miércoles.

Tragándose las lágrimas y llena de rabia, arrugó el papel. No podía permitirse el lujo de perder el empleo. El dinero era escaso y las broncas abundantes, pero era todo lo que tenía. Sin embargo estaba llegando a un punto en que no aguantaba más. Cualquier día, cualquier día...

Una vez más, la voz de don Alberto requiriendo su presencia la devolvió a la realidad. Se levantó rápidamente mientras tomaba en sus manos una libreta, bolígrafo y acompañada por el sonido de sus tacones se dirigió al despacho del jefe. Al llegar a la puerta, se sorprendió por no encontrarlo detrás de la mesa habitual. Se quedó de pié y tímidamente preguntó:

-”¿Don Alberto?”

-”Estoy aquí señorita, en el cuarto de baño. Me he dado cuenta demasiado tarde que se ha terminado el papel. Abra un poco la puerta y acérqueme un rollo de inmediato. ¡Y dese prisa, coño!”

Tras la lógica sorpresa, Isabel se dirigió con paso decidido, hasta su bolso donde tomó el arma que la liberaría para siempre de los gritos e impertinencias de su vesánico jefe. Retrocediendo lo andado abrió la puerta del baño, e irguiéndose sobre su metro y sesenta centímetros levantó las manos, apuntó y disparó una, dos, hasta seis veces, la cámara de fotos de su teléfono móvil. A partir de aquél día no habría más gritos, no mientras tuviera esas fotografías.

Por el hilo musical Rubén Blades cantaba 'Pedro Navajas'

'La vida te da sorpresas,

sorpresas te da la vida '

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