-”¡Es usted estúpida señorita!”
La voz de don Alberto retumbaba entre las paredes
de la oficina acallando con sus gritos el hilo musical.
-”¡No tiene remedio, no se entera de nada y se
ha vuelto a equivocar!”
-”Hoy es martes. Le dije que concertara la cita
con el cliente para el miércoles y me acaba de llamar para decir que
no nos hemos prensentado a la reunión y que ya podemos despedirnos
del contrato.”
-”Y todo es culpa suya. Incompetente.”
-”No sé como no la pongo en la puta calle.”
Esta última frase la escuchó Isabel mientras don
Alberto marchaba por el pasillo en dirección a su despacho. Estaba
segura que la reunión debía ser el miércoles. Abriendo el cajón
superior de su mesa, cojió el papel donde se encontraba anotado, de
puño y letra de don Alberto que la reunión debía celebrarse el
miércoles.
Tragándose las lágrimas y llena de rabia, arrugó
el papel. No podía permitirse el lujo de perder el empleo. El dinero
era escaso y las broncas abundantes, pero era todo lo que tenía. Sin
embargo estaba llegando a un punto en que no aguantaba más.
Cualquier día, cualquier día...
Una vez más, la voz de don Alberto requiriendo su
presencia la devolvió a la realidad. Se levantó rápidamente
mientras tomaba en sus manos una libreta, bolígrafo y acompañada
por el sonido de sus tacones se dirigió al despacho del jefe. Al
llegar a la puerta, se sorprendió por no encontrarlo detrás de la
mesa habitual. Se quedó de pié y tímidamente preguntó:
-”¿Don Alberto?”
-”Estoy aquí señorita, en el cuarto de baño.
Me he dado cuenta demasiado tarde que se ha terminado el papel. Abra
un poco la puerta y acérqueme un rollo de inmediato. ¡Y dese prisa,
coño!”
Tras la lógica sorpresa, Isabel se dirigió con
paso decidido, hasta su bolso donde tomó el arma que la liberaría
para siempre de los gritos e impertinencias de su vesánico jefe.
Retrocediendo lo andado abrió la puerta del baño, e irguiéndose
sobre su metro y sesenta centímetros levantó las manos, apuntó y
disparó una, dos, hasta seis veces, la cámara de fotos de su
teléfono móvil. A partir de aquél día no habría más gritos, no
mientras tuviera esas fotografías.
Por el hilo musical Rubén Blades cantaba 'Pedro
Navajas'
'La vida te da sorpresas,
sorpresas te da la vida '
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