jueves, 9 de octubre de 2014

Tradición

     A cada instante le costaba más respirar. El sabor de la sangre inundaba su boca mientras que el corazón se esforzaba para mantener el suministro de la menguante sangre. Sus músculos extenuados se negaban a sostenerle mientras que la oscuridad se cernía sobre él. Un pensamiento se mantenía firme, el recuerdo de un tiempo no muy lejano donde la vida le sonreía, rodeado de su familia, sintiéndose amado y protegido. Un tiempo donde era inménsamente feliz, aunque no fuera consciente de ello.

     La tarde en que me atraparon parece pertenecer a otra vida. La oscuridad y el desorientador movimiento constante fueron mis compañeros durante el cautiverio.

     Al fin la luz, cegadora al principio hasta que se acostumbraron mis ojos, unos ojos hambrientos de vida que ahora se apagaban por momentos.

     No hubo tiempo para la alegría, enseguida el estruendo de cientos de gargantas que pedían mi muerte me impulsaron a huir, a huir sin dirección, el miedo empezó a atenazarme la garganta, a secar mi boca, a deshacer mis intestinos. MIEDO, TERROR, PÁNICO, a cada instante más fuerte, más incontrolable. Eché a correr, no podía fijarme en nada, no sabía donde me hallaba ni donde estaba mi salvación, sólo correr, correr. Ni siquiera el pensamiento de defenderme, tenía que huir, huir. Seguir corriendo por mi vida, perseguido por los terribles aullidos de voces inidentificables.

     Sentí el primer golpe en un costado, no supe reconocerlo, pero al cabo de unos instantes el dolor me inundaba y provocó el aumento del pánico que me llenaba. La hoja de acero había penetrado hasta el pulmón izquierdo, rasgando mi piel y músculo hasta lo más dentro de la caja torácica. Con el golpe una costilla se fracturó rompiendo la pleura. Fue el primero de muchos.

     La jauría salvaje lanzó un grito de placer. Sólo unas mentes enfermas podían sentir placer con aquello.

     La carrera se convirtió en un movimiento lento, dejándome más indefenso aún. ¡Como si hubiera tenido alguna posibilida de salvación!

     El segundo golpe me rajó el vientre, esta vez el colmillo del acero provocó que mis intestinos salieran de su alojamiento, colgando, aumentando la mortal hemorragia.

     Está llegando el final, el recuerdo de los míos sigue en mi, el recuerdo de los míos, el recuerdo de mi nombre
     ¡Que no se pierda el recuerdo de mi nombre!

     Mi nombre es 'Elegido' y me asesinaron en Tordesillas, 'La Desalmada', el dieciseis de septiembre de dos mil catorce en nombre de La Tradición.

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