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viernes, 12 de diciembre de 2014
viernes, 5 de diciembre de 2014
El Coleccionista
Aquella
tarde de verano se encontraba oculto acechando a su nueva víctima.
La soledad era su habitual compañera. Con un cuerpo delgado,
lindando la enfermedad; piernas y brazos desproporcionadamente largos
y una aparente debilidad, había sido objeto de las burlas y bromas
de sus compañeros de colegio y trabajo. En clase había destacado
por su inteligencia y su afán de conocimiento. Quería saberlo todo,
aunque de una manera obsesiva y enfermiza. Cuando deseaba algo, no
abandonaba hasta obtenerlo, de una manera o de otra, al final siempre
lo conseguía.
Su mente no
entendía de moral, o mejor dicho, su moral era muy particular en lo
que afectaba a los demás. Los conceptos de bien y mal giraban
entorno a su propio interés. El mundo finalizaba donde terminaba su
influencia en él.
Su verdad
era, la verdad, sin posibilidad de matices. Para él la vida era en
blanco y negro, mejor dicho, en blanco o negro.
Pero ahora
sólo un pensamiento ocupaba su mente, su próxima víctima.
Contemplaba como se movía delante de él, sin advertir su presencia
dentro de la furgoneta con los cristales oscurecidos que impedían
observar el interior. La deseaba, no podía evitarlo, tenía que
capturarla a toda costa. La calle estaba completamente vacía.
Ella estaba
distraida sin advertir lo que se avecinaba. Era su oportunidad para
atraparla. Sigilosamente se aproximó a ella conteniendo la
respiración y se avalanzó con sorprendente agilidad, con
movimientos precisos adquiridos por la costumbre la introdujo en una
bolsa que reposaba en el asiento posterior y que llevaba preparada
para ese momento.
Sin
detenerse a mirar si había sido visto por alguien, arrancó el
vehículo y se dirigió sin prisas hasta su casa en las afueras de
Oviedo. Allí dispondría de todo el tiempo del mundo para disfrutar
de su nueva adquisición.
Condujo por
el camino de grava que accedía a la casa e introdujo la furgoneta en
el garaje. La soledad del lugar evitaba miradas indiscretas.
Detuvo el
motor y se dispuso a proceder con todo el cuidado del mundo. La
extrajo de la bolsa donde había viajado y la pasó a la caja con las
demás.
Allí tenía
su colección. Cientos de arañas en todos los estados, vivas,
muertas, putrefactas. Arañas desde que recordaba. Arañasde su
infancia, arañas de su adolescencia. Y desde hoy una más.
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