viernes, 5 de diciembre de 2014

El Coleccionista

Aquella tarde de verano se encontraba oculto acechando a su nueva víctima. La soledad era su habitual compañera. Con un cuerpo delgado, lindando la enfermedad; piernas y brazos desproporcionadamente largos y una aparente debilidad, había sido objeto de las burlas y bromas de sus compañeros de colegio y trabajo. En clase había destacado por su inteligencia y su afán de conocimiento. Quería saberlo todo, aunque de una manera obsesiva y enfermiza. Cuando deseaba algo, no abandonaba hasta obtenerlo, de una manera o de otra, al final siempre lo conseguía.

Su mente no entendía de moral, o mejor dicho, su moral era muy particular en lo que afectaba a los demás. Los conceptos de bien y mal giraban entorno a su propio interés. El mundo finalizaba donde terminaba su influencia en él.

Su verdad era, la verdad, sin posibilidad de matices. Para él la vida era en blanco y negro, mejor dicho, en blanco o negro.

Pero ahora sólo un pensamiento ocupaba su mente, su próxima víctima. Contemplaba como se movía delante de él, sin advertir su presencia dentro de la furgoneta con los cristales oscurecidos que impedían observar el interior. La deseaba, no podía evitarlo, tenía que capturarla a toda costa. La calle estaba completamente vacía.

Ella estaba distraida sin advertir lo que se avecinaba. Era su oportunidad para atraparla. Sigilosamente se aproximó a ella conteniendo la respiración y se avalanzó con sorprendente agilidad, con movimientos precisos adquiridos por la costumbre la introdujo en una bolsa que reposaba en el asiento posterior y que llevaba preparada para ese momento.

Sin detenerse a mirar si había sido visto por alguien, arrancó el vehículo y se dirigió sin prisas hasta su casa en las afueras de Oviedo. Allí dispondría de todo el tiempo del mundo para disfrutar de su nueva adquisición.

Condujo por el camino de grava que accedía a la casa e introdujo la furgoneta en el garaje. La soledad del lugar evitaba miradas indiscretas.

Detuvo el motor y se dispuso a proceder con todo el cuidado del mundo. La extrajo de la bolsa donde había viajado y la pasó a la caja con las demás.

Allí tenía su colección. Cientos de arañas en todos los estados, vivas, muertas, putrefactas. Arañas desde que recordaba. Arañasde su infancia, arañas de su adolescencia. Y desde hoy una más.