Este Sol de Mayo que me calienta es el mismo
que cincuenta mayos antes fundió adoquines,
descubriendo que debajo existía una playa.
Trabajé en su arena el dolor de los días,
sobreviviendo al miedo, encadenándolo
en el desván de los días recorridos.
Su luz, que se condensa junto al mar con la lente
arrebatada del niño sacrificado al Ídolo de las Moscas;
queda grabada en la pulpa de los árboles,
incinera los misterios y la placa acorazada de la noche;
en aquella lejana playa donde perdimos la niñez.
Ahora llegó esta larga noche,
ya en el aire, entre tus sueños.
Tu sitio, mi lugar de privilegio
desde donde contemplar las estaciones que fueron
hilvanando todas las vidas que se desvanecen.
Que estos versos que me regalaron un mayo
nacidos en cálamos desconocidos,
sirvan para recordar que los días de Mayo
son días epistolares, días para la memoria.
Escribamos ahora los renglones que nos tocan.